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  • B M ULAJE

9 de marzo

Este 8 de marzo, como cada año, se celebró el día internacional de la mujer, pero este año, este día es el preludio de un acto de protesta, convocado por algunas organizaciones y activistas en favor de los derechos de la mujer.

Independientemente de si es o no un acto con tintes políticos, desde mi particular punto de vista, este levantar la voz de las mujeres, debió hacerse no hace años, sino miles de años.

Es irrefutable el hecho de que incluso en textos del antiguo testamento, el valor de la mujer se ve, por decir lo menos apocado. Casos como la concubina del levita de la narración del libro de los jueces (Jue 19) o el ofrecimiento de Lot de sus hijas a los depravados sodomitas para evitar la violación de los ángeles, sin mencionar el sentido unilateral de la promoción del divorcio en la legislación mosaica, solo por mencionar algunos.

Esto no es una novedad, en todas las culturas de todos los tiempos la actitud del sexo masculino contra el sexo femenino siempre ha sido en un tono de dominación, por decir lo menos.

Es por eso que llama la atención la forma en que los evangelios nos narran la actitud de Jesús en su actuar en presencia de las mujeres, cabe mencionar que su ministerio fue sostenido por muchas de sus discípulas (Lc 8: 1-3), ¿y qué decir de quien por primera vez llevó el Kerigma (la proclamación)?, el grito de victoria sobre la muerte ¡resucitó!, ¡o sorpresa, no fue un varón, fue una mujer!, María la de Magdala.

También digno de mencionar es el caso de la primera evangelista, la samaritana, una mujer que coincidió con Jesús en un pozo, y después de ser restaurada por Él, regresa a su aldea con la buena nueva ¿no será este el Mesías? (Jn 3: 29), y lo era.

Un claro ejemplo de la redención y del acercamiento del reino de los cielos, es que no solo en los evangelios, sino en la declaración de Pablo en su carta a los gálatas, encontramos este signo de novedad: pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

Este principio básico del ser cristiano, desgraciadamente fue olvidado por el “cristianismo”, mejor dicho, por las jerarquías religiosas de casi todas las denominaciones, negando ministerios que al principio de la iglesia primitiva fueron ejercidos por mujeres, como la diaconisa de Cencreas, Priscila, esposa de Aquila (evangelistas y pastores), colaboradores de Pablo o Junias destacada entre los apóstoles.

¿Qué pasó?, pues que las tradiciones y la religión prevalecieron sobre la buena nueva del reino de los cielos y el peso de iglesias como la de Roma (eminentemente andrógina) impusieron su estructura de dominación y como siempre, la institución pesó más que el carisma.

¿Qué hacer?, antes que nada, recordar que, en Cristo Jesús, todos valemos y somos exactamente iguales y como dejó escrito Pablo en su segunda epístola a los Corintios: De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (II Cor 5:17).

Como mencioné al principio, independientemente de si hay o no tintes políticos en la convocación de parte de las mujeres de hacerse presente por medio de su ausencia, me parece, es un justo reclamo a su derecho inalienable de igualdad, Dios bendiga a todas las mujeres.

B. M. Ulaje <><

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