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B M ULAJE

Eucaristía

Actualizado: 25 mar 2020

Gracia y paz mis hermanas y hermanos.


A menos de un mes de nuestra acción de gracias (cena del Señor) como le conocemos, empezamos ya a hacernos las preguntas inherentes al caso, un poco más cargadas las tintas en nuestras hermanas, ¿qué me puse la cena pasada, se me hace que ya no quepo? Y la respuesta es casi en automático, ¿ni modo que me lleve lo mismo?, bueno, muy de nuestra forma de ser, un poco más cargadas las tintas a nuestras hermanas, y está bien, dado la relevancia y trascendencia de la ocasión, a fin de cuentas ¡Jesús nos invita a su mesa¡ bendito sea Dios por eso.


Como en todas las grandes celebraciones y esta no es la excepción, de por medio hay comida, por eso es relevante.


Qué bendición ser invitado a la mesa que Jesús preparó, no solo eso, sino que Él mismo, si me lo permite decir, se convirtió en el plato principal, le explico:


De acuerdo a su costumbre y como fiel judío, Jesús decidió celebrar según el mandamiento de asistir a alguna de las grandes fiestas una vez al año a celebrarla en Jerusalén. Todo indicaba que sería una pascua más, hasta que, de pronto hizo a un lado el plato principal, el cordero aderezado con hierbas amargas, tomó el pan y les declara a los asistentes, hasta aquí las sombras, de aquí en adelante la realidad. Es en ese momento que toman sentido los símbolos subyacentes en las fiestas anuales israelitas. Más aun, agrega un emblema re-simbolizando el sentido y propósito de ese momento.


Lo que en pocas horas Jesús haría en la cruz, se estaba sintetizando en ese momento, el partir el pan recordaría que, en la cruz, Jesús fue partido, inmolado, trayendo a la memoria aquel momento en que Dios impide el sacrificio de Isaac, la paradoja es que, en este caso, el Padre sí dejó que su hijo fuera el sacrificio, la ofrenda, pero esa ofrenda fue lo suficientemente propicia, que en ella Dios aceptó la remisión de nuestras desobediencias. Toma sentido también, el que en la celebración de la pascua primera celebrada por Israel en Egipto, la sangre del cordero pascual, pintada en los dinteles de las casas de los israelitas, fuera la señal para que el ángel de la muerte pasara de largo, de ahí su nombre Pesach, el paso o salto del ángel que impide la muerte del primogénito, y nuevamente la paradoja, si en aquella fiesta se celebraba el que el primogénito israelita fue salvado de la muerte, en la nueva pascua, es el primogénito quien se sacrifica para que la muerte pase de largo, ¡Dios sea bendito por su misericordia!


Así que mis hermanas y hermanos, la celebración lo amerita, la celebración va más allá del recordatorio de la muerte de Jesús, ¡Estamos celebrando la vida, nuestra nueva vida en Cristo Jesús! No hay ni habrá otro motivo de celebración más grande, así que, mis hermanas y hermanos, si ya no le queda el vestido de hace un año y tiene la bendición para otro, la ocasión lo amerita, solo una recomendación: Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad (I Cor 5: 7-8).


B. M. Ulaje <><


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